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UN AÑO Y ONCE DÍAS…


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Por Prof. Omar Salmerón

MA18A

Gran Coalición Opositora Nicaragüense


Un año y once días esperé para recibir la aprobación de mi parole humanitario; un año y once días para entrar a este país de forma legal, con la frente en alto, siguiendo las reglas que me impusieron, porque me dijeron que aquí la ley se respeta. Me aferré a esa idea, la de un país donde la legalidad es sagrada, donde los derechos no dependen del capricho de un dictador ni de la voluntad de un partido, sí hablo de Estados Unidos de América.

 

Pero ahora me dicen que no, me dicen que esa misma ley que me permitió entrar puede ser anulada con la misma facilidad con la que Ortega borró nuestra Constitución. Me dicen y nos dicen que la palabra empeñada por este país puede ser ignorada, que el compromiso asumido por sus instituciones puede deshacerse porque un nuevo gobierno tiene otra agenda.

 

Nos dicen que esta nación es un refugio para los perseguidos, que la Declaración Universal de los Derechos Humanos protege nuestro derecho a pedir asilo, que el artículo 14 consagra ese derecho; nos dicen que el Protocolo de 1967 refuerza ese compromiso y que la Ley de Inmigración y Nacionalidad (INA) lo hace parte de su marco legal; que la Convención contra la Tortura prohíbe devolvernos a un país donde enfrentamos peligro, que el principio de non-refoulement nos protege.

 

Pero, ¿de qué sirve la ley si no la respetan? ¿Si la seguridad jurídica puede convertirse en un juego de poder?

 

¿Qué culpa tenemos los inmigrantes de las diferencias entre demócratas y republicanos? ¿Qué culpa tengo yo de que este país haya decidido hacer de la migración un campo de batalla política? Si me concedieron el parole humanitario, fue porque reconocieron mi necesidad de protección. ¿Y ahora? ¿Quién responde por la palabra que me dieron?

 

En Nicaragua, la dictadura de Ortega y Murillo ha convertido la represión en un sistema. Se ha documentado la persecución, la tortura, las desapariciones, el exilio forzado. No lo digo yo. Lo dice la ONU, la CIDH, Amnistía Internacional, Human Rights Watch. Lo dicen los testimonios de quienes han sido encarcelados en El Chipote, los que han sido despojados de su nacionalidad, los que han visto sus iglesias saqueadas y sus medios de comunicación cerrados.

 

Si EE.UU. decide expulsarnos, que al menos lo haga con la verdad en la mano: nos están enviando de vuelta a la boca del lobo, nos están enviando a un país donde nos espera la persecución, la cárcel o la muerte. Donde la dictadura ha demostrado que puede llegar hasta nosotros, incluso en el exilio.

 

El asilo no es un privilegio, es un derecho. La protección contra la tortura no es una concesión, es un mandato del derecho internacional. Y el parole humanitario no fue una cortesía, fue un acto de justicia.

 

 

Yo cumplí con mi parte. espero en Dios, que cumplan con la suya.



 
 
 

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